Gigantes y dragones procesionales de Bélgica y Francia

   

Inscrito en 2008 (3.COM) en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (proclamado originalmente en 2005)

La tradición de los gigantes y dragones procesionales abarca un conjunto original de manifestaciones populares festivas y representaciones rituales. Estas efigies aparecieron por primera vez en las procesiones religiosas a finales del siglo XIV en muchos pueblos europeos y son el emblema de identidad de ciertas ciudades belgas (Bruselas, Dendermonde, Mechelen y Mons), y francesas (Cassel, Douai, Pézenas y Tarascon), donde siguen siendo tradiciones vivientes.

Los gigantes y dragones son grandes muñecos que miden hasta nueve metros de altura y que pueden pesar hasta 350 kilos. Representan héroes o animales míticos, personalidades locales contemporáneas, personajes históricos, bíblicos o legendarios. Se escenifica el combate de San Jorge y el Dragón en Mons; el caballo Bayardo de la leyenda de Carlomagno desfila en Dendermonde; Reuze Papá y Reuze Mamá, personajes populares y familiares, desfilan en Cassel. Las representaciones, que mezclan a menudo procesiones profanas y ceremonias religiosas, varían de una ciudad a otra, pero siempre siguen un ritual muy preciso, en el que el gigante está a menudo relacionado con la historia, la leyenda o la vida de la ciudad.

Gigantes y dragones animan así las fiestas populares en las que son los actores principales al menos una vez al año, puesto que cada gigante tiene su fiesta en una fecha fija. Representan escenas históricas y bailan en las calles acompañados de charangas y grupos de personas disfrazadas. La muchedumbre sigue la comitiva y son muchos los que participan en los preparativos y en las distintas etapas de la fiesta. La fabricación de un gigante, así como su mantenimiento permanente, requiere meses de trabajo y conocimientos de distintas técnicas, dada la variedad de materiales utilizados. Aunque estas manifestaciones no están amenazadas de desaparición por ahora, sufren una serie de presiones como las transformaciones de los centros urbanos y el incremento del turismo, que van en detrimento del carácter popular y espontáneo de la fiesta.

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