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La afectación al patrimonio inmaterial a causa del COVID 19 es contundente

Country
Mexico
Contributor
Cecilia Eleani Martínez Guerrero. Ex Jefa de la Unidad Regional de Culturas Populares indígenas y Urbanas de Puebla, México.

Tlatlauquitepec, Puebla, México.

Se han suspendido todas las fiestas patronales y comunitarias, así como las fiestas privadas que representan momentos importantes en la memoria y en la herencia de las familias.

Especialmente las fiestas comunitarias han sido canceladas por instrucción del gobierno, no por ello se han dejado de quemar cuetes, en fechas especiales como el 3 de mayo “Día de la Santa Cruz”, en alusión a la celebración.

Se han cancelado todas las actividades culturales y probablemente tardarán mucho en volver a ser presenciales. Las actividades religiosas se volvieron virtuales, la gente puede ver vía streaming la misa dominical de las 7:00 pm.

Los rituales también han cambiado, el saludo de mano, la atención a las visitas que van a casa, inclusive la confianza entre vecinos, esto debido al cuidado que se debe tener para no contagiarse, pero también al miedo sin razón.

Cualquier actividad por necesaria que pueda ser, se ha dejado para cuando pase la pandemia, inclusive la visita a una curandera o a un médico, porque siempre existe el temor del contagio. Afortunadamente ciertas prácticas han mejorado, como el consumo de las pequeñas tienditas y de alimentos locales, en la búsqueda de una mejor salud.

La experiencia de 1999

En octubre de 1999 en Tlatlauquitepec, sufrimos un fenómeno meteorológico de lluvias permanentes durante varios días, que ocasionaron deslaves de los cerros, carreteras y casas; se dice que comunidades enteras quedaron sepultadas.

Los abuelos contaban que muchos años atrás había ocurrido un suceso similar, que había originado que se abriera la cuenca por donde pasa el río de Huaxtla (un barrio de Tlatlauqui).

El acontecimiento del 99, ocasionó que muchas familias perdieran todas sus pertenencias y que tuvieran que abandonar sus comunidades, generando un cambio social importante, ya que dichas familias tuvieron que migrar al centro del municipio.

Al pasar la contingencia, las autoridades locales respondieron creando una unidad habitacional llamada “Unidad Doña Mari” en el Mirador, en las afueras de Tlatlauquitepec. Dicha Unidad concentró a la gente de todas las comunidades y barrios del municipio que habían perdido sus casas, generando una nueva comunidad que fusionó sus usos, costumbres y tradiciones.

Con el tiempo, en la Unidad Doña Mari, se comenzaron a generar dinámicas comunitarias; construyeron una iglesia, adoptaron una fecha de celebración patronal, abrieron tiendas; en resumen, se creó una nueva comunidad.

Las lluvias del 99 son recuerdos que permanecen en la memoria colectiva de todos los habitantes de la Sierra Norte y Nororiental de Puebla, como un recuerdo triste, de miedo, pérdidas humanas y materiales, que cambiaron el curso de la vida, para algunos temporalmente y para otros toda la vida. Ese es el recuerdo que más se asemeja a los hechos que se viven en la actualidad.


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