La técnica tradicional del bordado que se realiza en la comuna Llano Grande de la parroquia Calderón constituye una manifestación que representa al pueblo autodefinido como Kitu-Kara dentro del Distrito Metropolitano de Quito. Esta es una actividad que se ha transmitido entre generaciones y es realizada por grupos de mujeres –incluso hombres-, organizadas en asociaciones de bordadoras quienes plasman su arte en indumentaria femenina y masculina, figuras que representan muñecas y animales, mantelería, entre otros soportes.
Los bordados de colores vivos reproducen figuras de plantas endémicas del lugar, entre ellas el maíz, la papa, el penco y flores diversas. Estas labores se realizan en grupo para facilitar la transmisión generacional y motivar a los habitantes del lugar sobre la importancia de continuar con la práctica de este patrimonio.
En el contexto del COVID-19, la parroquia de Calderón, donde viven los portadores de este arte tradicional, es una de las localidades con mayor número de contagios en el Distrito Metropolitano de Quito, por tal motivo y debido a las medidas sanitarias como el aislamiento social tomadas por las autoridades del Gobierno Central y local –Municipio del Distrito Metropolitano de Quito-, su actividad se ve afectada en cuanto a la asociatividad que generaban los talleres organizados por los grupos de portadoras para la transmisión y puesta en valor de esta técnica tradicional.
La imposibilidad de asistir a ferias para ofrecer los productos obtenidos a partir del bordado de prendas o figuras, provoca afectaciones en los medios económicos con los que se sustenta a estos habitantes. Además, muchos de ellos realizan actividades comerciales en mercados de la ciudad, los cuales han debido cerrar como medida para contener el número de contagios entre la población.
Por su parte, la presencia de grupos poblacionales vulnerables –como adultos mayores y personas con afecciones preexistentes como diabetes y obesidad- entre los portadores de esta expresión patrimonial, representa un mayor riesgo para la salvaguardia de este patrimonio ante la transmisión comunitaria del virus. Sin embargo, algunas portadoras continúan sus actividades de bordado al interior de sus casas y lo siguen transmitiendo a sus hijos.
Por otra parte, el uso de redes sociales y medios digitales ha facilitado la comunicación entre los miembros de las asociaciones y la contención en el contexto de pandemia.
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