Hindou Oumarou Ibrahim es una mujer indígena de la comunidad de pastores Mbororo del Chad. Como pastores nómadas de ganado que residen en el extremo occidental del país, cerca del lago Chad, su comunidad ha desarrollado una serie de prácticas tradicionales y conocimientos de previsión meteorológica, basados en sus interacciones, a lo largo de generaciones, con la naturaleza y el medi ambiente. Durante los períodos de sequía o de fenómenos meteorológicos imprevistos, los Mbororo recurren a ese conocimiento sobre los cambios de las pautas estacionales para adaptarse, y a menudo recorren grandes distancias por el Sahel semiárido en busca de agua y pasturas. Hoy en día, Ibrahim se esfuerza en potenciar las voces de los pueblos indígenas y asegurar su inclusión en las plataformas internacionales. Es presidenta de la Asociación de Mujeres y Pueblos Indígenas del Chad (AFPAT) y actualmente es miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas y Promotora para las Naciones Unidas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Colaboró con la UNESCO en la realización de una cartografía participativa en 3D de la región del desierto del Sahel en el Chad, donde unos 250.000 mbororos viven del pastoreo y la agricultura de subsistencia. Ella también es miembro del comité técnico y científico del proyecto BIOPALT-UNESCO.
¿Cómo está afectando la pandemia de coronavirus a su comunidad y a su patrimonio vivo?
Tengo mucho miedo por mi comunidad porque somos principalmente pastores y dependemos de las estaciones. Cuando es la estación seca, migramos a otras regiones y a veces a otros países - en realidad la mayoría de las veces - y luego volvemos a nuestra región o a nuestro país. Así que, con el cierre de las fronteras y regiones, gran parte del ganado se quedará bloqueado y no podrá cruzar la frontera. Si bien el ecosistema del Sahel es muy frágil, no se puede gestionar, será muy perjudicial… todo el ganado morirá, las comunidades se enfrentarán entre sí para acceder a los recursos, no habrá suficiente agua para beber. Estas son realmente las grandes consecuencias que me asustan. No podemos controlar la estación, así como no podemos controlar el coronavirus. No podemos decir que ahora detendremos la temporada de lluvias hasta que esta pandemia termine para poder producir el pasto o producir el agua.
Otra consecuencia es que la gente no tiene acceso al agua potable para beber, así que no pueden acceder a agua limpia para lavarse las manos. No se les puede pedir que usen jabón cada cuatro horas, es completamente imposible. Y aunque no tienen acceso al mercado para intercambiar sus productos, la seguridad alimentaria es una gran preocupación; es una gran consecuencia y perjudicará a las personas frágiles que se encuentran allí.
La comunidad tampoco tiene acceso a la información sobre la pandemia. Toda la información que se brinda en la ciudad se proporciona a través de los medios de comunicación, las redes sociales, la televisión, la radio y en los principales idiomas: árabe y francés. Pero los miembros de la comunidad no necesariamente hablan árabe o francés, por lo que no pueden acceder a esta información. No saben qué hacer, no saben qué está pasando, así que no pueden protegerse de la enfermedad.
¿Cómo pueden la cultura y el patrimonio constituir una fuente de resiliencia durante esta crisis?
La gente está recurriendo a sus tradiciones y a la medicina tradicional. Nosotros todavía usamos nuestra medicina tradicional para curarnos. Para nosotros en la comunidad, si tienes fiebre o dolor de cabeza, hay plantas que puedes utilizar. Puede que no seamos capaces de curar la COVID-19, pero la gente está recurriendo mucho a la medicina tradicional para tratar los síntomas que tienen en su vida diaria. Aunque no pueden ir al hospital porque todo está cerrado, se protegen a sí mismos y recurren a la prevención y el uso de los conocimientos tradicionales que tienen. Esto me pareció muy interesante porque incluso la medicina moderna se basa en las plantas de la Tierra y tal vez esto también puede contribuir a que las personas protejan el medio ambiente en el que viven. En la comunidad es una práctica constante, y espero que las personas que tienen este conocimiento puedan compartirlo con otros y que esto pueda ser una de las posibles soluciones.
Otro ejemplo, mencionado cuando platiqué con un líder de la comunidad, es el del apoyo mutuo a los ancianos cuando necesitan mayor respaldo. Cuando las personas tienen comida, tienen que llevarla a los más vulnerables. Esta es la maravillosa cultura de la comunidad: no puedes comer solo, si tienes comida y alguien no la tiene, tienes que darles prioridad a los niños y luego a los ancianos. Esta cultura de compartir es muy útil, incluso antes de la COVID-19, y ahora la gente está regresando a estas prácticas.
¿Podría ver similitudes entre la actual pandemia y otras crisis contemporáneas que enfrentamos, como el cambio climático?
El cambio climático y la COVID-19 tienen algo en común: el liderazgo de las mujeres es clave. Las mujeres son muy luchadoras: en mi comunidad combaten el cambio climático y son innovadoras. Saben cómo compartir todos los recursos, qué proteger, cómo hacerlo. Ahora bien, durante la pandemia de COVID-19, incluso en los países desarrollados cuando vas al hospital, la mayoría de las enfermeras son mujeres. Son ellas quienes trabajan para cuidar a los demás, como cocineras, como maestras. Las mujeres son innovadoras en los países desarrollados y en las comunidades, y eso es algo positivo. Si podemos delegar nuestro liderazgo en las mujeres, entonces creo que podemos salvar el mundo. Cuando te diriges a las comunidades y a la gente en general, las mujeres viven en armonía con la naturaleza. No sólo están protegiendo nuestro medio ambiente, sino también nuestra salud.
La crisis sanitaria también nos ha hecho darnos cuenta de lo mucho que nuestra salud depende del medio ambiente. Los alimentos que comemos en todo el mundo, en los países desarrollados o en desarrollo, dependen de compartir los recursos naturales. Por ejemplo, las fronteras estaban cerradas, pero el transporte de alimentos seguía estando permitido ya que descubrimos que no somos tan autosuficientes, sino que dependemos del medio ambiente colectivo. Así que la protección del medio ambiente se está haciendo más evidente para todos.
Hay muchas lecciones aprendidas que podríamos sacar de la pandemia de COVID-19. La esperanza y la solidaridad, los valores humanos pueden ayudarnos a transformar nuestro mundo de manera positiva - ¡y las mujeres como líderes, por supuesto!
_¿Tiene algún mensaje para otras partes interesadas en el patrimonio vivo y las comunidades sobre el futuro después de la pandemia?_
Mirando hacia el futuro, creo que la crisis nos ha hecho valorar nuestra humanidad y darnos esperanza. Entendemos la necesidad de vivir en conjunto y el hecho de que dependemos los unos de los otros. Vivir en solidaridad, en armonía, compartiendo dentro de las familias y entre las comunidades. Esto protege nuestra salud y también el medio ambiente.
Si el mundo es inteligente, podemos aprender de la pandemia de COVID-19. Los gobiernos fueron capaces de movilizar miles de millones en un mes en todo el mundo. Por lo tanto, si inyectan ese dinero en la economía adecuada, utilizando por ejemplo los ODS, eso puede ayudar a recuperar el clima. Si comparamos la pandemia de COVID-19 y el clima, veremos que ambos aumentan la inseguridad alimentaria, la vulnerabilidad, la falta de adaptación, y ninguno de ellos reconoce fronteras. Podemos construir un gran liderazgo y decir: hola chicos, si logramos responder a COVID-19, también podemos responder al cambio climático y si queremos mejorar nuestra salud, debemos proteger el medio ambiente.
La conversación ha sido editada en aras de su extensión y claridad.
Para mayor información
- La Convención de 2003 de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial
- Los resultados de la encuesta de la UNESCO sobre el impacto de la pandemia de COVID-19 en el patrimonio vivo
- La resiliencia del patrimonio vivo en situaciones de emergencia
- Patrimonio Vivo y Pueblos indígenas